"Pan, agua e Internet"

jueves, 16 de septiembre de 2010

Nuevos paradigmas y protocolos en el intercambio mediatico

«ADORACIÓN EN EL ALTAR DE LA CONVERGENCIA»* - Henry Jenkins.
«ENTRE LA COMPUTADORA Y EL TELEVISOR: La coexistencia de medios y las soluciones híbridas» - Roberto Igarza.

De la cultura de masas a la cultura de la convergencia
En esta primera década del siglo XXI que estamos a punto de terminar, nos encontramos parados en la convergencia de dos culturas. Una de ellas es la cultura de masas, de la hegemonía de la propaganda y los media, que planteaba como base para su existencia una sociedad conformada por individuos aislados entre sí, atomizados, alienados y pasivos. La otra cultura es, precisamente, la cultura de la convergencia, donde los medios populares se entrecruzan con los corporativos, donde el poder del productor y el consumidor mediáticos interaccionan de maneras impredecibles.

En este sentido, Roberto Igarza, autor de “Entre la computadora y el televisor: la coexistencia de medios y las soluciones hibridas” afirma que “los usuarios están adquiriendo y manipulando en el hogar una cantidad creciente de dispositivos técnicos digitales, con la pretensión de disfrutar de ellos como soportes transparentes, usufructuando los contenidos que proveen de manera fácil e independientemente de la fuente y del dispositivo que lo recepciona  o reproduce y en cualquier localización del hogar.” Así, los usuarios generan y consumen contenidos desde su hogar gracias a la utilización de mecanismos tecnológicos que se lo posibilitan.



A estos fines, “convergencia” se refiere al “flujo de contenido a través de múltiples plataformas mediáticas, la cooperación entre múltiples industrias mediáticas y el comportamiento migratorio de las audiencias mediáticas”, implicando infinidad de cambios tecnológicos, industriales, culturales y sociales; algunos han tenido que suceder para dar lugar a la convergencia mediática, mientras que otros irán ocurriendo ante nuestros ojos, o quizás, por detrás.

Igarza afirma que no es cuestión  de considerar la convergencia como la unión de las diferentes funciones de los  microuniversos en “nuevos dispositivos convergentes”, sino de responder a los deseos de los usuarios de que los diversos terminales puedan mezclarse funcionalmente, asumiendo que juntos trabajan mejor.


El contenido mediático circula a través de una multiplicidad de sistemas tecnológicos y, gracias a la globalización, traspasa fronteras culturales y nacionales. Los usuarios cada vez màs en su vida cotidiana, quieren mantener una conversación por chat, mirar un video, enviar imágenes, sacar fotografías y navegar por la web, con el uso de un aparato que todo lo contenga. Esta cadena de reproducción no sería posible sin la participación activa de los consumidores, y allí radica el principal cambio cultural propuesto en la era de la convergencia: se anima a los consumidores a buscar nueva información y establecer conexiones entre contenidos mediáticos dispersos.

La cultura de convergencia mediática es una cultura participativa, existe en cuanto deja de existir exclusivamente en la esfera mediática masiva y corporativa. La brecha entre consumidores y productores se achica, los límites se desdibujan. Ya no cumplen roles separados, sino que son participantes que interaccionan conforme a un nuevo conjunto de reglas, que aún no han sido conocidas ni aprobadas por todos.

La convergencia no es, por lo tanto, una práctica nueva, puesto que ha existido siempre que han existido personas que intercambian opiniones. Pero nuevas herramientas tecnológicas, principalmente aquellas que se dan en el marco de la web 2.0, han hecho posible que la convergencia se haga visible, que se extienda, que deje de ser horizontal para llegar a esferas altas en el proceso comunicacional, que deje de remitirse a un contexto espacial definido para abarcar, potencialmente, todo el mundo. Las nuevas tecnologías han permitido a la convergencia reconfigurar nuevas prácticas y protocolos culturales, cambiar los modos de operar de la religión, la educación, el derecho, la política, la publicidad e incluso el mundo militar. Y nosotros estamos inmersos en la vorágine de estos cambios accediendo sólo a una parte de ellos. 



¿Concentración mediática corporativa o libertad de expresión y producción para el público?
En esta era de convergencia mediática también se fortalecen los conglomerados corporativos que posibilitan la concentración mediática. Los contenidos convergen en diferentes niveles en la industria del entretenimiento, muchas veces controlados muchos de ellos por las mismas corporaciones.

¿La convergencia abre nuevas oportunidades de expresión o expande el poder de los grandes medios? La verdad reside en algún punto intermedio, que todavía no puede comprenderse. Lo cierto es que la cultura popular cambia porque cambia la relación entre el público, los productores y los contenidos.

Internet no desplazó todos los medios como el auto desplazó al caballo. Así como la televisión no mató a la radio ni el cine mató al teatro, cada viejo medio se vio forzado a coexistir con los medios emergentes. Es por eso que parece más acertado hablar de una cultura de convergencia mediática que una ola revolucionaria digitalizada. Los medios existen, pero sus protocolos se reconfiguran, cambia el público, el contenido, el estatus social, el uso que le dan los consumidores. Por ejemplo, hoy un joven puede hacer varias tareas a la vez, incorporando diferentes funciones de la computadora, el teléfono celular y la televisión, desplazando su atención de una a otra tecnología en cuestión de segundos.

Cada vez más la gente toma las riendas de los medios. Esto es posible en la medida en que en las plataformas mediáticas no sólo fluyen contenidos industrializados de entretenimiento. También se comparten y reproducen las vidas, los recuerdos, las relaciones, fantasías y deseos de los usuarios, y la producción de entretenimiento creada con pocos recursos por ellos mismos. Sin una estructura formal de distribución, ni un aparato de publicidad, ni un presupuesto abultado, una película casera llega potencialmente (y en ocasiones realmente) a millones de hogares en cuestión de segundos, con las consecuencias maravillosas o nefastas que esto pueda tener.

La convergencia es tanto un proceso corporativo de arriba como un proceso de abajo arriba dirigido por los consumidores. La convergencia corporativa coexiste con la convergencia popular.

Los productores mediáticos sólo lograrán afrontar los problemas actuales renegociando su relación con sus consumidores. El público, con poder gracias a estas nuevas tecnologías, exige el derecho a participar en la cultura. Si los viejos consumidores se suponían pasivos, los nuevos consumidores son activos, migratorios pero leales a sus cadenas, redes y medios. Ya no están aislados, están conectados socialmente, son ruidosos y públicos. Y los medios oscilan entre posiciones contradictorias frente a estas oportunidades que encuentran los consumidores. Mientras se realizan campañas en contra de la música bajada en mp3, otros artistas invitan a bajar el contenido gratuitamente. Reina una gran incertidumbre sobre cómo proceder, y lo que irá a suceder. Las luchas y los acuerdos restantes entre medios y consumidores definirán la cultura pública del futuro.
* Eslogan de la Experiencia Mediática de Nueva Orleáns (2003)

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